lunes, 5 de diciembre de 2016

Comienza aprende, educando: Me conozco.

Querida Alba del año 2030:

Si mis cálculos son correctos por aquel entonces estarás cerca de cumplir tu cuadragésimo cumpleaños. 
No es que me sea agradable visualizar todas nuestras opciones, solo espero que para entonces puedas recibir el siguiente recordatorio que va dedicado con un toque de crítica, cariño y aprecio.

Dejaste de escribir, cuando todavía disponías del periodo sensible correspondiente a tu edad adolescente: ese momento evolutivo en el que tus capacidades y funciones se hallaban en su mejor momento para poder adquirir mayor conocimiento y desarrollo. Ambas sabemos que la falta de voluntad y los quehaceres de la vida cotidiana pudieron contigo. Es una lastima que pasado ese periodo fuera más difícil, y que pasado el momento fuera más costosa la conquista de muchas aptitudes.
De todos modos no ha ido tan mal, no me mal interpretes, recuerda que soy esa persona ignorante de mucho pero que intenta aprender de lo necesario. Tampoco es mi intención reprocharte de la misma manera y las mismas cosas que hicieron que te desalentases... Ahora no dispongo de mucho tiempo, recuerda también que intento estudiar a la vez que labrarme un futuro de la mejor forma posible.

No obstante, quiero retomar la terapia de la escritura y empezar de esta manera: Me conozco. Conozco que al mal tiempo tienes que ponerle buena cara, que después de la tormenta siempre llega la calma, pero que al fin y al cabo las cosas nunca cambian. Que todo lo que sube baja, pero que agua pasada no mueve molinos. También conozco que todo el mundo merece una segunda oportunidad, pero que las terceras partes nunca fueron buenas; que quien tiene boca se equivoca y que rectificar es de sabios. Conozco que querer es poder y que hace más quien quiere que quien puede, pero que quien todo lo quiere todo lo pierde, además que de donde no hay no se puede sacar. Conozco que quien no arriesga no gana, que quien la sigue la consigue y que no por mucho madrugar amanece más temprano pero que a quien madruga Dios le ayuda. Que si te pica te rascas, que todo lo que escuece cura. También conozco que no hay más ciego que el que no quiere ver, que a palabras necias oídos sordos pero que a buen entendedor pocas palabras bastan. Que la confianza da asco y que quien no corre vuela. Conozco que las apariencias engañan y que, por supuesto, no es oro todo lo que reluce. Me conozco, y se que todo esto te reconforta, que al final el sentido de las cosas es el que tu quieras otorgarle y para ti éstas palabras ya significan mucho.
Me conozco, y se que te gustará recordar la fábula que encontraste en un libro que te regalaron una vez, alguien muy querido, "las gafas de la felicidad", ¿recuerdas? de un reconocido psicólogo catalán. 
Disfrútala, me conozco y se que vas a tenerla siempre presente:


Mientras caminaba por unas montañas solitarias, el sabio Nasrudín descubrió una piedra preciosa. ~¡Qué suerte!~, pensó, y decidió que la vendería en el mercado de su ciudad. Con su valor, podría comprarse una gran casa con terreno y corrales para el ganado. Con esos pensamientos, la metió en una bolsa de viaje.
Al día siguiente, se topó con otro viajero. Se trataba de un hombre pobre, que vagaba por el mundo sin esperanza. Sin pensarlo, Nadrudin abrió el bolso para compartir sus alimentos con el. Tras recuperar las fuerzas, dijo el viajero:
- Señor, he visto un gran brillo en el interior de vuestra bolsa. ¿Qué lleváis ahí dentro?
- Es una piedra preciosa que encontré ayer en las montañas - respondió el sabio-. Con ella, compraré una hermosa morada.
- ¡Qué buena suerte! Nunca seré yo tan afortunado.
Nasrudin se rasco la cabeza y en uno de sus típicos gestos de generosidad, sacó la piedra y se la ofreció al viajero. 
- ¡No me lo puedo creer! Sois el mejor hombre que he conocido nunca- gritó emocionado el pobre. El viajero reanudó su ruta, feliz con su nueva fortuna, y Nadrudin puso rumbo a su cuidad, ya solo un día de camino. Pero al cabo de unas horas, nuestro sabio oyó gritos a su espalda. Era el viajero de nuevo, acalorado y lleno de excitación: - Señor, he estado pensando acerca del valor de esta piedra y quería devolvérnosla. Lo hago con la esperanza de que me deis a cambio algo que poseéis y que es mucho más valioso. 
Nasrudin lo miró sorprendido y expectante. El pobre continuó diciendo: - Quiero que me deis eso que os permitió regalarme esta piedra preciosa sin dudarlo ni un instante. 



Me conozco y se que no olvidarás que la obra humana más bella es la de ser útil al prójimo. Ahora estoy entre manos de algo importante y voy a hacer que ese algo merezca la pena... Agradezco a la vida por la familia que tengo, a las lecciones que me dio para elegir fervientemente a mis amigos. Agradezco también la confianza y la oportunidad que Francisco Javier Tapia me brinda desde hace unos meses para crecer personal y profesionalmente. Hasta entonces te deseo suerte Alba, mucha fuerza y todo el cariño que uno puede y merece tenerse así mismo.


Alba Baz Graña, diciembre de 2016.

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